jueves, 15 de marzo de 2012
Imagínate que tienes una herida en alguna parte de tu cuerpo, en alguna parte que no puedes
ubicar exactamente, y que no puedes, tampoco, ver ni tocar, y supón que esa herida te duele
y amenaza con abrirse o se abre cuando te olvidas de ella y haces lo que no debes, inclinarte,
correr, luchar o reír; apenas lo intentas, la herida surge, su recuerdo primero, su dolor enseguida:
aquí estoy, anda despacio. No te quedan más que dos caminos: o renunciar a vivir así, haciendo a
propósito lo que no debes, o vivir así, evitando hacer lo que no debes.
0 comentarios:
Publicar un comentario